“La publicación es un pecado que perdón quizá no tiene (y menos en siglos en que la avalancha de producción editorial parece acompañar al proceso general de la producción en masa de inutilidades), y atenuación sólo puede alcanzar acaso por una de dos vías: una, que el producto apenas halle consumidores y, en tanta proliferación de letra impresa, se suma en un olvido casi semejante al de las palabras que volaban y se perdían en el aire; la otra, que los lectores que lo den por bien publicado y lo bendigan sean muchos (no masas, ciertamente: eso no sirve para para el caso) y la muchedumbre de ellos le dé una cierta absolución por su osadía”.
Agustín García Calvo se disculpa así al comienzo de su libro: Hablando de lo que habla .
Lo que habla, naturalmente es el lenguaje. Y para hablar del lenguaje, o bien lo hacemos como si fuera una cosa más, o si nó, el mismo lenguaje tendrá que volverse hacia sí mismo, y tratar de poner conciencia a lo que todos los hablantes saben, sin darse cuenta de que lo saben. Y ésta es la tarea de la gramática.
El lenguaje no es propiamente un hecho cultural, porque todos los hechos culturales se hacen precisamente de lenguaje.
El carácter subconsciente de la lengua tiene varios niveles, y en el más superficial, estarían aquellas normas menos fijas, tales como opciones de estilo, entonación, algunos tics sintácticos,o el vocabulario semántico.
Sólo en estos niveles pueden ejercer alguna influencia los individuos o las instituciones (escritores o academias), pero no en lo esencial del aparato de la lengua, del que los indivuduos no suelen tener conciencia.
La escritura, a diferencia del lenguaje, sí que es un hecho cultural, y sí que admite ser manejada por individuos o instituciones.
Para que la lengua fucione, es necesario que el hablante la interiorice en su subconsciente. A ese nivel, la lengua no es de nadie, porque es para cualquiera. Como la palabra “yo” hace referencia a cualquiera que esté hablando, pero a nadie en particular.
El lugar donde está la lengua no es consciente ni voluntario; tampoco puede tratarse de un individuo o un conjunto de ellos. Lo más cercano a esta realidad sería lo que designamos con las palabras “gente” o “pueblo”, pero siempre que las entendamos como referidas a una pluralidad indefinida. La lengua sólo representa a un conjunto de personas cuando es manipulada por instancias superiores.
Agustín García Calvo en la biblioteca (Pinchar enlace)
También es de García Calvo el artículo "Lenguaje" del Diccionario de Terminología Científico-social de Román Reyes
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