miércoles, 30 de enero de 2008

Funes

Al hilo de nuestros escarceos en la filosofía del lenguaje, ¿Cómo no recordar a Ireneo Funes, del cuento de Borges Funes el memorioso?. Volví a Borges en busca de bibliotecas literarias, y me encontré con este personaje olvidado, si es que es posible olvidarse de él.

Funes fue el único hombre en la tierra con derecho a pronunciar el verbo recordar. Tras sufrir un accidente quedó tullido y postrado en la cama sin esperanza, pero además su cerebro sufrió una increíble transformación. Su percepción y su memoria eran infalibles, lo abarcaban todo:

Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del Quebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc.”

Llegó a imaginar un idioma en que cada cosa individual (piedras, hojas, ramas) tuviera un nombre propio, pero lo desechó por general y ambiguo. Funes además de recordar cada hoja o cada piedra, recordaba cada vez que la había imaginado.

Era incapaz de concebir ideas generales como las de Platón: ¿cómo entender que el símbolo perro designara individuos dispares de tantos tamaños y formas, que el perro de las tres y cuarto visto de perfil, se llamara igual que el de las cuatro y veinte, visto de frente?.

La realidad presionaba a Ireneo con todos sus matices, grietas y rincones, en todos los instantes. El pobre no duró mucho, y no me extraña.

Hay pocos libros de Borges en la biblioteca. Aprovechando el buen tiempo, entre exámen y exámen, recomendamos darse una vuelta por las bibliotecas del Campus de Moncloa.

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