La escritura, que como sabemos nació como fármaco para desmemoriados, tiene también otras funciones no menos útiles.
Tengo en la mano el libro de Jack Goody: La lógica de la escritura y de la organización de la sociedad. El ejemplar está desgastado, con las esquinas maltratadas y pátina de biblioteca .
¿Qué diferencia hay entre la palabra escrita, y la que sólo es hablada?. En el caso concreto de la religión, la palabra escrita tiene un papel fundamental, es lo que hace posible la conversión, frente a la simple absorción de las creencias. Sólo gracias a la escritura pudieron las religiones traspasar sus fronteras, y a la vez ellas mismas tuvieron un importante papel en la transmisión de la escritura.
Una vez que la palabra sagrada queda escrita, se convierte en una fuerza conservadora que apoya su continuidad. Además, la presencia del texto escrito da a la ideología que defiende una cierta independencia, con respecto a otros elementos de la sociedad que pudieran influir en ella.
Las religiones de Libro suelen tener hombres encargados de controlar el conocimiento que depende de las Escrituras, como custodios y primeros intérpretes. En casos extremos estas religiones se asocian con limitaciones para el uso de la lectura y la escritura. Sin llegar a esos casos, la enseñanza de la lectura y la escritura ha estado dominada por especialistas religiosos hasta la llegada de la educación secular, y es notable todavía el interés de la religión por mantener su papel de guardián de las ideas.
El caso de la religión es paradigmático, por su importancia en la trasmisión de la escritura desde su inicio.
Cualquier ideología que se pretenda como la única verdad, mirará con recelo la posibilidad de que alguien pueda acceder a información que la cuestione. La palabra escrita tiene las mismas ventajas en uno u otro sentido; tanto para apoyar algo como para desacreditarlo.
Incluso en las democracias, la lectura pública, que debería ser básica para que los ciudadanos conocieran sus intereses, es a veces mirada con recelo. Las bibliotecas, que son mantenidas por los poderes públicos, pueden facilitar a cualquiera el acceso a ideas que vayan en contra de quien ejerza el poder en ese momento.
Por esta razón, en un artículo aparecido en La Nueva España , Paco Abril definía la profesión de bibliotecario como “la más arriesgada del mundo”.
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