¿Qué hacen los bibliotecarios con los libros prohibidos?. Algunos ponen veneno en sus páginas, como Jorge de Burgos, otros ejercen de filtro, médico e higienista , abriendo sólo ciertos estantes para unos u otros, en función de su formación cultural y moral.
“El uso del libro tendrá, por razones de higiene física, mental y social, que reglamentarse y someterse a receta…[no] podrá haber biblioteca sin bibliotecarios expertos que sepan guiar a sus lectores y asuman la formidable responsabilidad social y religiosa de su cargo”.
Son palabras de Javier Lasso de la Vega, nombrado en 1938 jefe del Servicio Nacional de Archivos, Bibliotecas y Propiedad Intelectual, y director además de la Biblioteca de la Complutense, entonces Universidad Central, entre 1932 y 1962.
Pero no todos los libros sospechosos tienen la suerte de pasar al Infierno (en términos bibliotecarios, lugar donde se guardan los libros de tipo erótico, pornográfico, o en estos casos, de ideas perniciosas). Algunos perecen en autos de fe o de forma más anónima, en molinos de papel. Copio un fragmento de un artículo del diario Ya, aparecido en 1939:
“El uso del libro tendrá, por razones de higiene física, mental y social, que reglamentarse y someterse a receta…[no] podrá haber biblioteca sin bibliotecarios expertos que sepan guiar a sus lectores y asuman la formidable responsabilidad social y religiosa de su cargo”.
Son palabras de Javier Lasso de la Vega, nombrado en 1938 jefe del Servicio Nacional de Archivos, Bibliotecas y Propiedad Intelectual, y director además de la Biblioteca de la Complutense, entonces Universidad Central, entre 1932 y 1962.
Pero no todos los libros sospechosos tienen la suerte de pasar al Infierno (en términos bibliotecarios, lugar donde se guardan los libros de tipo erótico, pornográfico, o en estos casos, de ideas perniciosas). Algunos perecen en autos de fe o de forma más anónima, en molinos de papel. Copio un fragmento de un artículo del diario Ya, aparecido en 1939:
“Con motivo de la fiesta del libro se celebró un auto de fe en el patio de la Universidad Central, pronunciando el Catedrático Antonio Luna las siguientes palabras: “para edificar una España una, grande y libre, condenamos al fuego los libros separatistas, los liberales, los marxistas, los de leyenda negra, los anticatólicos, los del romanticismo enfermizo y extravagante, los cursis, los cobardes, los seudocientíficos, los textos malos y los periódicos chabacanos..”.
En estas fechas coinciden varias exposiciones sobre infiernos bibliotecarios: Una en las Bibliotecas Municipales de A Coruña Otra en la Universitat de València ,
Y por último otra mucho más morbosa en la Biblioteca Nacional de París, fiel al sentido original del infierno: “Infierno en la biblioteca, Eros en secreto” .
Estaría bien que los compañeros de la Biblioteca Histórica nos sorprendieran con alguna exposición sobre el Infierno Complutense. Que elijan ellos el sentido que prefieran.
Las citas las he sacado del libro: Los señores del libro : propagandistas, censores y bibliotecarios en el primer franquismo (1939-1945) / Eduardo Ruiz Bautista
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