Neruda dijo que podía escribir los versos más tristes esta noche y compuso un poema bellísimo, pero no es el más triste de los poemas. Perder un amor es doloroso, es com o que te amputen una pierna. Piensas que no podrás vivir sin ella. Pero puedes. Pasan veinte años, te has puesto una prótesis y hasta has ganado el maratón. Has seguido viviendo.
Los versos más tristes los escribió Benedetti. Son los versos del que constata que su vida se le ha escapado. Que alcanzó el horizonte que esperaba y detrás de ese horizonte no hay nada.
El cielo de veras que no es éste de ahora
el cielo de cuando me jubile
durará todo el día
todo el día caerá
como lluvia de sol sobre mi calva.
(…)
Claro estaré en la orilla del mundo contemplando
desfiles para niños y pensionistas
aviones
eclipses
y regatas
y me pondré sombrero para mirar a la luna
nadie pedirá informes ni balances ni cifras
y sólo tendré horario para morirme
pero el cielo de veras que no es éste de ahora
ese cielo de cuando me jubile
habrá llegado demasiado tarde.
Comparado con el dolor sordo y miserable de Beneddetti, el dolor de Neruda es romántico y heroico y mil veces más soportable. Lo genial del poema de Benedetti es cómo el último verso lo cambia todo. Lo que parecía una anticipación jubilosa se convierte en el reconocimiento de que la vida pasó grismente y no habrá un cielo azul que compense los años no vividos.
Los versos más tristes los escribió Benedetti. Son los versos del que constata que su vida se le ha escapado. Que alcanzó el horizonte que esperaba y detrás de ese horizonte no hay nada.
El cielo de veras que no es éste de ahora
el cielo de cuando me jubile
durará todo el día
todo el día caerá
como lluvia de sol sobre mi calva.
(…)
Claro estaré en la orilla del mundo contemplando
desfiles para niños y pensionistas
aviones
eclipses
y regatas
y me pondré sombrero para mirar a la luna
nadie pedirá informes ni balances ni cifras
y sólo tendré horario para morirme
pero el cielo de veras que no es éste de ahora
ese cielo de cuando me jubile
habrá llegado demasiado tarde.
Comparado con el dolor sordo y miserable de Beneddetti, el dolor de Neruda es romántico y heroico y mil veces más soportable. Lo genial del poema de Benedetti es cómo el último verso lo cambia todo. Lo que parecía una anticipación jubilosa se convierte en el reconocimiento de que la vida pasó grismente y no habrá un cielo azul que compense los años no vividos.
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