Una vez conseguido el ansiado botín del libro, uno puede elegir entre devorarlo en el silencio de su casa, bien instalado en el cómodo sillón, saboreando a sorbitos una taza humeante de té. O bien, disfrutar de la lectura en la soledad sonora de la biblioteca.
Leer precisa concentración, de acuerdo, pero a veces el silencio del cuarto vacío pesa como una losa. Los otros lectores nos acompañan, y no podemos evitar con el rabillo del ojo, espiar sus movimientos, sus lecturas; inventar historias para el desconocido de enfrente.
La vida se impone más allá de los libros, como ningún poeta pudiera igualar nunca la magia de la primavera.
En palabras de Antonio Muñoz Molina, sólo en la biblioteca disfrutamos del equilibrio perfecto entre el ensimismamiento y la compañía, entre la quietud necesaria para la lectura y la grata conciencia de la vida real que sigue sucediendo a nuestro alrededor
No hay comentarios:
Publicar un comentario