El flamante académico de la la lengua, José María Merino, afirmaba hace poco en un programa de radio, que en su época de estudiante leía más que estudiaba.
Entendemos que se refería a leer como una actividad que uno hace por iniciativa propia, de forma relajada, sin la presión de tener que rendir cuentas.
La literatura nos abre a mundos nuevos, amplía nuestro horizonte, y nos hace gozar.
Muchos autores han utilizado obras literarias como punto de partida de su reflexión. Se me ocurren algunos ejemplos: Deleuze en Diferenica y Repetición y Proust; La Dialéctica de la Ilustración y Julliette del Marqués de Sade; Benjamin y Baudelaire.
Leer buena literatura nunca es perder el tiempo, y además es mucho más ameno.
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