Cuando Kierkegaard se propuso herir la filosofía, no escribió un tratado, sino un relato: la historia del joven Johannes Climacus, que era sensible, sincero, y estaba enamorado apasionadamente del pensamiento. Johannes decide hacer literalmente lo que los filósofos dicen que hay que hacer: dudar de todo:
“Se encontraba como un melancólico que contempla el vuelo de los patos en el cielo. Todo el que quiera pertenecer a ese mundo ha de unirse a ellos, pero jamás se ha visto a nadie volando a su lado”
Dubito, zweifeln, tvivle....en latín, en alemán y en danés, la raíz del verbo dudar es dos. Para que exista la duda tiene que haber dos cosas: de un lado la inmediatez, en la que todo es verdad, y del otro el lenguaje con el que expresamos las sensaciones. Pero el lenguaje nunca podrá expresar del todo la realidad, y de ahí la contradicción y también, la duda.
“Johannes hace lo que se había dicho que había que hacer, duda realmente de todo, padece todo el dolor que eso acarrea...Se da cuenta de que para mantenerse en el punto de dudar de todo ha embargado toda la fuerza de su espíritu. Si abandonase este punto extremo, seguramente llegaría a algo, pero entonces habría renunciado a su duda sobre todo...”
Johannes Climacus o De todo hay que dudar: relato / Soren Kierkegaard; edición, traducción y prefacio, Javier Teira Lafuente
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