Igual que les sucede a otras manifestaciones culturales, la habilidad lectora no depende de unos genes determinados. La tecnología de las imágenes cerebrales, nos enseña que un cerebro lector adaptado a la escritura logosilábica, es bastante diferente, de otro acostumbrado a la escritura alfabética; para leer chino se utilizan circuitos de neuronas diferentes a las necesarias para leer inglés.
La dislexia es la mejor prueba de que el cerebro no está previamente diseñado para leer. Existen otras formas de organización cerebral, que aunque no funcionen bien para la lectura, pueden ser esenciales para otras actividades, como la creación de edificios o la realización de obras de arte.
La lista de disléxicos geniales es extensa:
"Albert Einstein no habló mucho hasta los 3 años y fue mediocre en cualquier materia que exigiera la recuperación léxica [...] llegó incluso a decir que las palabras no parecían desempeñar ninguna función en su pensamiento teórico, el cual le llegaba a través de unas imágenes más o menos claras”.
Según algunos estudiosos, la eficacia del alfabeto griego condujo a una transformación del pensamiento, al permitir liberar del esfuerzo requerido para memorizar. No era esa la idea de Sócrates, que consideraba necesario el proceso de memorización para sentar la base del conocimiento personal, que sería pulido más tarde en el diálogo con el maestro. Lejos de ser un fármaco para la memoria, la escritura era el verdadero agente de su destrucción.
Hay algo en la época actual que recuerda los temores de Sócrates. Según Ray Kurzweil, hacia la década de 2020 tendremos las herramientas para simular el funcionamiento del cerebro humano, y esto hará posible combinar los principios de la inteligencia humana con la fuerza de las máquinas para almacenar y recuperar inmensas cantidades de información.
“Estaremos entonces en condiciones de aplicar esos poderosos sistemas híbridos a plataformas informáticas que excederán con mucho las capacidades de la arquitectura relativamente rígida del cerebro humano”
¿Pero sería tan positiva semejante aceleración de los procesos del pensamiento? En la poesía, en la música y en la vida, el descanso, la pausa y la lentitud son esenciales para una comprensión totalizadora. Incluso existen en el cerebro “neuronas de retraso”, encargadas de frenar la transmisión neuronal durante unas milésimas de segundo, necesarias para secuenciar y ordenar las percepciones.
La posibilidad de controlar una cantidad ingente de información, puede crear una falsa sensación de conocimiento, y restringir así procesos de pensamiento más lentos y difíciles, pero necesarios.
Del mismo modo que los temores de Sócrates resultaron infundados, el cerebro lector analítico deductivo no tiene que ser excluyente con el acceso a una información visual completa e inmediata. Igual que el cerebro se adapta a la compresión de varios idiomas, o que que los disléxicos aportan al género humano sus descubrimientos geniales, también nos podremos adaptar a los retos del futuro.
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