En el diario El Mundo hace algunas semanas aparecía la siguiente noticia: Las bibliotecas entran en la era iPod y la descarga “online” para captar lectores. En Phoenix (EE UU) varias bibliotecas se han asociado para crear una biblioteca digital de 50.000 títulos. Con el carnet de la biblioteca se pueden elegir, a través de la Web de ésta, los títulos que interesan, añadirlos a una cesta virtual, y pulsar al botón de descarga.
Como Amazon, pero sin pagar un céntimo. La biblioteca ha establecido acuerdos con importantes editoriales, para que lo seleccionado permanezca en el ordenador del usuario durante dos o tres semanas.
La idea es atractiva, pero ¿Cuánto nos falta para alcanzar la experiencia de Phoenix?
En primer lugar, sigue habiendo lectores que se resisten a leer en un libro en formato electrónico. Leer un texto largo en el ordenador es incómodo, y los dispositivos portátiles de lectura no acaban de despegar. Muchos reconocen que el éxito de las revistas electrónicas reside en que los artículos no son demasiado largos y se imprimen antes de ser leídos.
La idea es atractiva, pero ¿Cuánto nos falta para alcanzar la experiencia de Phoenix?
En primer lugar, sigue habiendo lectores que se resisten a leer en un libro en formato electrónico. Leer un texto largo en el ordenador es incómodo, y los dispositivos portátiles de lectura no acaban de despegar. Muchos reconocen que el éxito de las revistas electrónicas reside en que los artículos no son demasiado largos y se imprimen antes de ser leídos.
Sería posible diseñar un dispositivo portátil y cómodo, que nos hiciera olvidar el ergonómico libro en papel, pero como dice Jose Antonio Millán, parece que la demanda es aún escasa para convencer a la industria a lanzarse a fabricar el dispositivo ideal.
Por otra parte, el tipo de licencia que este tipo de libros requiere, hace necesario adquirirlos por suscripción, bien directamente a los editores, o a través de agregadores que ofrecen libros de varias editoriales en paquetes.
Las bibliotecas aún realizan la compra de libros en sentido tradicional, título a título. Sería deseable poder alcanzar un término medio, que permitiera configurar los paquetes de las suscripciones en función de las necesidades.
Además, el mercado de los e-books está mayoritariamente en inglés. Como apunta Lluís Anglada, las bibliotecas deben apoyar la edición, y editar ellas mismas en formato digital la documentación en otras lenguas.
A las editoriales españolas que se han lanzado a la edición digital, les animamos a seguir el ejemplo de la Editorial Complutense, que permite consultar sus libros digitales a través del agregador E-libro.
Os invitamos a leer el último número de la Revista El Profesional de la Información, dedicado al libro electrónico.
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