Tenemos de olvidar para saborear el instante, y la memoria necesita de olvido:
“los recuerdos son como las plantas: hay algunos que deben eliminarse rápidamente para ayudar al resto a desarrollarse”.
En la trama que tejen el recuerdo y la memoria siempre hay restos de olvido, del mismo modo que la vida y la muerte se entrecruzan.
El olvido aparece en todas las culturas de tres modos diferentes: el retorno, cuando se olvida el presente en favor del pasado perdido; el tiempo suspendido, que secciona al presente de su nexo con el pasado y con el futuro, y por último, el comienzo, la iniciación, que se olvida del pasado en la forma de un nuevo nacimiento.
Estas figuras se parecen y confunden, pues son hijas del olvido. Están en nuestras vidas, y tienen que ser también acontecimientos sociales, porque "hay que ser como mínimo dos para olvidar”.
Al releer un libro retornamos; volvemos a revivir la experiencia, con mucho cuidado para no anticipar el futuro, pero también recuperamos el instante solitario de la emoción estética, y además nos abrimos a una experiencia por estrenar.
El olvido también cura las experiencias terribles, ¿Cómo si no podríamos sobrevivirlas? Son los descendientes de los que han sufrido, los que tienen el deber de la memoria: el deber de recordar y de vigilar que el horror no se repita.
Las formas del olvido / por Marc Augé ; [traducción de Mercedes Tricás Preckler y Gemma Andújar]
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