sábado, 20 de septiembre de 2008

Diarios

Un hombre feliz no escribe diarios, le basta y le sobra con vivir, pasear, o disfrutar con los amigos. O se vive, o se hace literatura. No podemos imaginar mayor desazón, que la del personaje que saliera del cuento para seguir narrándose.

Para ese hombre infeliz, el escritor: “todo lo que de mejor tiene la vida está para que alguien escriba un libro, pinte un cuadro o componga una sonata”. Y doble infelicidad: el desasosiego por no poder conservar “ como haría la gota la ámbar, toda nuestra anomalía en una obra de creación”.

Los diarios son como el salón de los pasos perdidos, en el que sería absurdo quedarse, pues no es más que un lugar de paso hacia algo que buscamos. Pero un salón tan inmenso, como para llenar con él 15 volúmenes, merece una parada, para observar como lo “intrascendente, banal, pequeño, se vuelve grande, profundo, vivo.”

Salón de pasos perdidos / Andrés Trapiello


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Escribir es vivir, no tengo la menor duda. La disyuntiva es ficticia.
Saludos,
Diego

Bibliotecarios de la Facultad de Políticas y Sociología de la Universidad Complutense dijo...

Pienso que lo que Trapiello quiere decir, es que el escritor se enfrenta a una disyuntiva: Por un lado siente la necesidad de comunicar todo lo que le emociona de la vida, pero a la vez nota que al hacerlo traiciona de algún modo el momento del que quiere hablar.
Es algo así como pasar un viaje haciendo fotografías. Hipotecamos el momento a su reproducción para el recuerdo,

Susana