El Eclesiastés es uno de los libros sapienciales de la Biblia, junto con el de Job, los Salmos, los Proverbios, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría y el Eclesiástico.
Se llaman sapienciales, porque su objeto es la sabiduría en sentido amplio. Libros de este tipo florecieron en su época por todo el antiguo oriente, sin tener necesariamente un carácter religioso.
Cuando fueron escritos, la religión judía no había dado aún respuesta a la cuestión de la vida eterna del alma. La Revelación aún no estaba concluida, y los sabios de Israel se enfrentaban a los problemas humanos, como cualquier persona lo haría.
El autor del Eclesiastés se mueve en un paisaje contradictorio: por una parte, anima a vivir con alegría la existencia disfrutando de los placeres que ésta ofrece, pero a la vez con la conciencia de que todo lo que podamos atesorar en este mundo: la ciencia, los placeres o la riqueza, es perecedero: “Vanidad de vanidades”
“Anda, pues, y come con alegría tu pan, y bebe con gozo tu vino, mientras tus obras son agradables a Dios (...) Goza de la vida en compañía de tu amada esposa durante todos los días de tu vida inestable (...) Todo cuanto puedas hacer, hazlo sin perder tiempo; puesto que ni obra ni pensamiento,ni sabiduría ni ciencia ha lugar en el sepulcro”
“Los dichos de los sabios son como aguijones, y como clavos hincados profundamente”
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