martes, 4 de noviembre de 2008

Vidas Cruzadas en Second Life

A este blog le ha llegado este manuscrito, que no ha sido encontrado en una bañera, sino en las profundidades de la web 2.0:

"Voy a contar mi experiencia sobre las identidades digitales. Espero de la benevolencia de los lectores de este blog que comprendan que esta experiencia no forma parte de las bromas de Halloween, sino que es un hecho de la Vida Real (TM), una "true story"

En el año 2007 tuve una cuenta en el juego multijugador Second Life. Estuve hasta septiembre cuando, aburrido de no hacerme millonario y viendo que en realidad los que se hacen millonarios son los laboratorios Linden, lo dejé estar. Durante todo un año y algo más no he vuelto a manejar a mi avatar.

Había configurado a mi avatar como una mezcla de la apostura de Rock Hudson y Harrison Ford con la personalidad de Marcello Mastroianni. (¿Brad Pitt, Tom Cruise? ¿Quienes son esos tipos?)

Estos días, influido por los comentarios en la lista IWETEL sobre identidades digitales y redes sociales me ha dado por recuperar esas actividades, como mi cuenta en MySpace (publicidad de grupos musicales para quinceañearas) y la cuenta en Second Life entre otras.

El día 1 de noviembre entré en Second Life y aún no puedo dar crédito a lo que ví. En la Vida Real (TM) yo soy un gordo barrigón, calvo, con gafas de culo de vaso y que, a pesar de la edad, se pasa la vida leyendo comics de Spiderman.

En el ciberespacio todo va más rápido. Un año de la vida real equivale a tres o más años ciberespaciales. Pues bien, cuando entré en Second Life ví que mi avatar vivía en una mansión lujosísima, rodeado de todas las comodidades ciberespaciales que os podéis imaginar, fuentes de agua luminosa hiperespacial, sofas de cuero digital, habitaciones con distancias siderales, estrellas virtuales, etc. Mi avatar ¡se había hecho multimillonario! ¡Contando historias de la Vida Real (TM) en la isla de los bibliotecarios para mayor INRI! Era un explorador y un viajero que había explorado los más lejanos confines del Ciberespacio Conocido y los había descrito en numerosos libros digitales de gran éxito en Second Life.


Mi avatar se había desposado con una bibliotecaria italiana, una belleza entre Sofía Loren y Ornella Muti (¿No os he dicho que ya soy muy mayor?) y entre ambos tenían varios hijos, que no pude contar por lo rápidamente que se desplazaban por el hiperespacio. Habían pasado muchos años para él, pero le ocurría lo que Dorian Gray, que se mantiene jovencísimo pero los estragos de la edad y las secuelas de su vida disipada soy yo el que los manifiesta. Parecía mucho mas joven que cuando lo dejé hace un año, aunque para él habían pasado varios años de vida lujosa y disipada.



Justo cuando entre en Second Life mi avatar estaba dando una fiesta a una numerosa concurrencia de bibliotecarios con parrillada de mariscos y varias barbacoas de carnes argentinas virtuales. Por el rabillo del ojo vi en la cocina preparando todo tipo de manjares y exquisiteces ¡al avatar de Ferrá Adriá, quién, al parecer, estaba a sueldo de mi avatar!

Mi avatar al notar mi presencia me llevó a una sala individual. Se volvió furibundo hacia mí sin responder a las flechas de dirección y mirándome directamente a los ojos a través de la webcam de mi portátil me dijo que le abandonase. Me espetó que no quería saber nada de mí y que no iba a compartir nada conmigo, ni su dinero Linden, ni su familia virtual, ni su lujosísima mansión, ni sus amigos virtuales. Y menos aún el marisco ni las chuletitas de cordero virtuales.

¡Jope!, dije, y me retiré. Y ya no retornaré mas a Manderlaine como Rebeca ni en sueños, digo a Second Life. Dejaré que mi avatar envejezca apaciblemente rodeado de sus lujos virtuales, de su bellísima esposa y su numerosa e incontable familia y sus no menos numerosos amigos.



(A la mañana siguiente me desperté agotado y con un terrible dolor de cabeza: es de suponer que mi avatar prolongó su fiesta hasta altas horas de la madrugada y yo pago las consecuencias… Yo soy el Retrato y él es Dorian Gray)

Esto ocurre con las identidades virtuales perdidas en Internet, que toman vida propia y deploran nuestra Vida Real (TM)."



José Vicente

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